Yo soy una abstemia en vías de conversión al alcoholismo. Es decir, de vez en cuando tomo algunas cositas que tienen alcohol, pero el requisito es que deben ser MUUUY dulces para que puedan bajar por mi garganta. Y aunque probé todos los licores que nos ofrecieron en la degustación, mi paladar se inclinó por una "crema de café" que, para mi mala suerte, tenía que permanecer en refrigeración... ¡y apenas estábamos empezando el viaje!
Ahhh, pero toda la gente a mi alrededor enseguida me aconsejó: "llévate una botella, puedes pedir en el hotel que la guarden" (no sé por qué todo mundo encuentra soluciones cuando se enfrentan a un problema relacionado con el consumo de alcohol). Estuve a punto de olvidar mi crema de café dos veces (en Agua Bendita y en el Chichaki), pero afortunadamente un rayo me iluminaba al último minuto y siempre la recuperé.
Pensé que comprar la crema de café causaría en el esposo el mismo efecto que provocan en mí los chocolates con menta que a veces adquiere por bulto: ("¡mmmm, chocolate!... espera, ¿con menta? Ash... cómetelos todos").
Para mi desgracia, lo que sucedió fue algo así como: "¡mmmm, licor!... espera, ¿crema de café? ¿es dulce? A ver... dame a probar... mmmm... a ver, otra copita... (serví una más y guardé la botella) Este... me voy a servir otra vez, eh?".
Ni modo... ¡Salud!
1 comentario:
Qué lindo! Me alegro haber encontrada esta ventanilla a su mundo. Nos mantengamos en contacto, ej? Me gustan las fotos.
Publicar un comentario