Comentando pedacitos de mi vida...

Daisypath Anniversary tickers

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Goldito Fest (Dale, dale)

Como les decía en “Estamos pobrecitos”, las únicas fechas límite que mi hermano registra en su disco duro son las de su trabajo. Es por eso que, para evitar que se nos viniera el tiempo encima, la semana pasada casi casi lo arrastré al salón de fiestas para firmar el contrato del Goldito Fest, y después nos fuimos de excursión a las dulcerías donde (previo scouting de mi parte) ya sabía yo qué productos necesarios para la fiesta encontraríamos. En una de ellas, las invitaciones y los globos. En otra, los dulces. En la tercera, las piñatas.

Siguiendo el patrón del año pasado, donde Amaya hábilmente dirigió todos mis movimientos, escogí tres piñatas. Dos con el tema de la fiesta (“Cagg”), y una con el número de años que cumplirá el goldito. El año pasado mi cuñis escogió ésta:


Y ésta:


Recuerdo que incluso llegué a pensar cuando la compré que las calcomanías de Baby Mickey serían demasiado cursis para ella. Y cuando le dije que trataría de quitárselas, me dijo extrañada: “No, ¿pero por qué? Déjaselas, así está bien”. No cabe duda que la maternidad te hace ver las cosas de diferente manera. :) 

Y entonces, para este año, encontré el número 2 perfecto. Era color plateado, con la orilla roja. Combinaba perfecto con los colores de la fiesta. Sólo rogaba que no lo vendieran (o ninguna de las otras que escogí) antes de que las fuéramos a comprar.

Así que cuando llegamos a la tienda, le dije a mi hermano:
- Aquí vamos a encontrar dos piñatas, una es ésta de Cars y la otra es ésta (dije, señalando al techo) del número dos.
- Nel, del número dos, no.
- ¿Cómo de que no?.
- No. ¿Qué chiste tiene pegarle al número dos? Los números no son divertidos.
- Wey. (Insistí). Lo divertido de la piñata no es la figura. Es pegarle y recoger los dulces.
(Silencio)

Pues no hubo manera de convencerlo de llevarse el número dos.

Así que someto a consideración del jurado la siguiente pregunta:
¿Qué es lo realmente divertido de pegarle a la piñata? ¿La figura o los dulces?

Goldito Fest (El consentido)

Se acerca el cumpleaños del goldito, y esta vez se ha decidido hacerle lo que pensamos sería una pequeña fiesta. La mayoría de sus compañeritos de la escuela han festejado sus cumpleaños con un ratito de convivencia en su salón. Pero acá pensamos que si queremos estar todos con él, verlo pegarle a su piñata, jugar con sus compañeritos y comer sus cupcakes y pastel, es necesario festejar afuera. Y así se hará.

Le pedimos a sus maestras una lista de los compañeritos para no olvidar a ninguno. Y les dijimos que por supuesto, incluyeran los nombres de sus maestras. También serían invitadas. Nos devolvieron una lista con los nombres de los niños y nueve nombres en la columna de maestras.

Leyeron bien. Nueve maestras.

Mi hermano repasó la lista y vio los nombres. Estaban los nombres de su maestra, la maestra auxiliar y la de inglés (van tres). Las maestras del salón de junto (van cinco).  Las responsables del grado anterior (van siete). Y hasta abajo, dos nombres de los cuales mi hermano solamente reconoció el de Fulanita, una maestra auxiliar del grado anterior del goldito. “Pero a Fulanita no la hemos visto desde el verano”, dijo para sus adentros.

“Oiga”, dijo mi hermano, “¿a poco Fulanita sigue aquí? ¡Ya no la he visto!”.
“Ah no”, le explicaron, “ella ya se cambió al plantel EQUIS. Pero quiere mucho a Alex y le dará mucho gusto que la invite”.

Es la carga de ser tan carismático…

P.D. Por supuesto que todas las maestras serán invitadas con mucho gusto :)

Estamos pobrecitos

Estaba saliendo de mi lugar de trabajo para ir a casa del goldito a cuidarlo, cuando recibí una llamada de su papá, para informarme que les acababan de cortar la luz. “Maldición”, pensé, “tengo solamente dos rayitas de pila en el celular”. De haber sabido que me iba a encontrar con eso, hubiera cargado el teléfono antes de salir de Caprichos. La comunicación oportuna no es uno de los puntos fuertes de mi hermano. Tampoco estar pendiente de las fechas límite para pagar sus recibos a tiempo. “Lo acabo de pagar ahorita, pero es probable que vengan a conectarla hasta mañana”. "Ni modo", pensé. Y seguí mi camino hacia su casa.

Cuando llegué, lo primero que escuché fue el llanto del goldito. Estaba haciendo berrinche porque no podía ver su película de “Cagg”. Cuando finalmente se calmó y empezamos a jugar haciendo figuras con la luz de la linterna proyectada en la pared, volvió a insistir en su película.
“No podemos verla porque no hay luz”, le dijo su papá.“Estamos pobrecitos”.

***
El goldito ya se bañó y ya está a punto de quedarse dormido.
Y mientras escucho la música de su móvil (que funciona con pilas), el viento del norte se escucha allá afuera;  y aunque las casas alrededor tienen las luces encendidas, yo veo todo como si fuera la boca del lobo, y no puedo evitar recordar mi infancia en Coatza.

Eran los setentas, y en la temporada de norte era súper común que nos quedáramos sin luz. No tenía nada que ver si “estábamos pobrecitos”. La luz se iba en toda la colonia. No sé si las instalaciones eléctricas de antes eran deficientes, o solamente las de la colonia (era un asentamiento relativamente nuevo cuando yo nací), pero casi siempre con la entrada de los nortes llegaba la época de los apagones. Y entonces me sentía como ahorita.

En casa teníamos un quinqué. Y no sé por qué, pero me encantaba contemplar el proceso de encenderlo. No me importaba el aroma del combustible. Me gustaba ver cómo había que darle vuelta a la mecha lo suficiente para que asomara la punta, y ver cómo le acercaban un cerillo hasta que finalmente encendía. Y después, irle danto vuelta a la mecha hacia arriba para que no se apagara, o hacia abajo para hacerlo. Después de usar velas, el quinqué me parecía  la cosa más sofisticada del mundo. Así, hasta que los apagones dejaron de ser algo común.



Dirán que estoy loca, pero el día que vi un quinqué en un catálogo de productos de venta directa (hace como un año), no dudé en comprar uno. Sigue en su caja.

Sé que son peligrosos, y quizás decida conservarlo sólo como adorno. Pero no creo que vaya a deshacerme de él. Aunque esté guardado, me gusta saber que está ahí, y recordar que lo tengo cada vez que se va la luz en un día “norteado”.

Es increíble como a veces un descuido te puede regalar un recuerdo nostálgico. Y el tiempo para escribirlo.
Aunque francamente, a esta hora, preferiría estar viendo el capítulo de estreno de “The Big Bang Theory”. Estoy pobrecita.