Ahijada y madrina: ¿verdad que podría pasar como mi hija?
La visita no estuvo exenta de contratiempos menores. Fátima (la bebé) se puso algo malita y el esposo tuvo que entrar solito con los niños al Buque Cañonero Guanajuato, que por cierto, por un problema la noche anterior, ese día no tenía luz ni aire acondicionado, pero aún así lo disfrutaron mucho. Aquí, en el boulevard:
Finalmente, el esposo entendió las indirectas, abandonó la misión de chupar hasta el último huesito, pedimos la cuenta y nos fuimos al Museo. Puedo decir que lo disfrutamos igual que los niños, porque nunca lo habíamos visitado. De vuelta en la casa, tío y sobrino (sin mojarra) se tomaron una foto de despedida:
Los dejamos elegir qué querían hacer después de comer y súperemocionados escogieron el Museo de Cera. Pero no contaban con la astucia del esposo, quien súperemocionado escogió una mojarra del menú. El plato llegó cuando ya todos habíamos terminado de comer, y Dieguito no ocultó su impaciencia:
Finalmente, el esposo entendió las indirectas, abandonó la misión de chupar hasta el último huesito, pedimos la cuenta y nos fuimos al Museo. Puedo decir que lo disfrutamos igual que los niños, porque nunca lo habíamos visitado. De vuelta en la casa, tío y sobrino (sin mojarra) se tomaron una foto de despedida:
Gracias a los compadres por alegrarnos ese domingo. ¡Ojalá se repita pronto!
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