- Los que quieran participar en el homenaje dentro de una semana, se aprenden esta poesía; y mañana, quien la recite mejor, podrá hacerlo frente a toda la escuela.
Obviamente, yo fui una de las que se aprendieron el poema (ñoña power, yes!). ¿Cómo no iba a hacerlo? El homenaje le tocaba a otro grado, y cuando le tocaba a mi grupo, yo siempre (¡ejem!) formaba parte de la escolta. Esta era mi oportunidad de hacer algo diferente, sí señor.
Al día siguiente, empezó la audición.
La maestra fue pasando al frente del salón a quienes queríamos participar. Todos y cada uno de mis compañeros (que no eran muchos) repitieron la poesía sin errores. Algunos con más entonación que otros. La maestra pedía aplauso para cada uno, pero invariablemente, cada vez que llamaba alguien nuevo al frente, decía: "acuérdense, tienen que hacerlo como si estuvieran frente a todos", "háganlo como si ya fuera el día del homenaje", y cosas así por el estilo.
Mi corazón empezó a latir fuerte. De repente, ¡yo sabía de qué estaba hablando! Y cada vez que llamaba alguien nuevo y repetía las instrucciones, yo pensaba: "que no sepa, que no sepa, este poema es mío". ¡Ñoñez y egoísmo absoluto, caray!
Al fin, llega mi turno.
Paso al frente, la maestra me repite (como a todos): "acuérdate, Myra, tiene que ser como si ya estuvieras frente al público". Y yo, muy segura, asiento con la cabeza. Y empiezo:
"Dieciocho de marzo de mil novecientos treinta y ocho;
(elevando mi mano desde mi posición de "firmes" hacia arriba)
se levanta imponente la figura del hombre que legó a México
(la cara de la maestra se ilumina. ¡bingo!)
(cierro ambos puños y los muevo frente a mi estómago)
el oro negro de sus entrañas.
(Digo el resto haciendo más gestos dramáticos con la cara y las manos)
Lázaro Cárdenas del Río,
hombre firme y leal,
que aprovechando la fuerza que le daban las leyes del país,
quitó a las compañías extranjeras
el derecho de explotar NUESTRO PETRÓLEO.
General Lázaro Cárdenas:
¡México te lo agradece,
tu pueblo te lo reconoce!
Autora: Nora Aguilar Urcelay.
Y que me aplauden de pie.
No, eso no es cierto. Pero la maestra estaba TAN feliz de que alguien al fin hubiera entendido sus indirectas, ¡que bien podría haberlo hecho! Todos los demás habían repetido la poesía, pero tiesos como estatuas. Oh, la satisfacción que sentía era como si me hubiera ganado un viaje a Disneylandia. (Por cierto, una vez sí me gané un viaje, pero no me dejaron ir. Esa es historia para otra ocasión).
Después de darme unas indicaciones aquí y allá, la maestra me escogió para decir la poesía frente a todos. Sus indicaciones incluían un énfasis en la palabra "¡QUITÓ!" con dedito índice al frente y todo. Y el resto de mi clase también pasó al frente el día del homenaje, aunque sólo fue para hacerme "coros" y gritar conmigo el último enunciado.
Si ustedes "guglean" la poesía, quizás no la encuentren. El nombre de la autora sí, porque es una profesora/escritora de Coatza que no tuve el gusto de conocer. Si tuviera la oportunidad de platicarle esta anécdota, quizás se sorprendería de que una poesía suya haya tenido un efecto indeleble sobre una
Y también, le preguntaría el nombre de la poesía. Porque es lo único que hasta la fecha no recuerdo.
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