Siguiendo
el patrón del año pasado, donde Amaya hábilmente dirigió todos mis movimientos,
escogí tres piñatas. Dos con el tema de la fiesta (“Cagg”), y una con el número
de años que cumplirá el goldito. El año pasado mi cuñis escogió ésta:
Y ésta:
Recuerdo
que incluso llegué a pensar cuando la compré que las calcomanías de Baby Mickey
serían demasiado cursis para ella. Y cuando le dije que trataría de
quitárselas, me dijo extrañada: “No, ¿pero por qué? Déjaselas, así está bien”.
No cabe duda que la maternidad te hace ver las cosas de diferente manera. :)
Y entonces, para este año, encontré el número 2 perfecto.
Era color plateado, con la orilla roja. Combinaba perfecto con los colores de
la fiesta. Sólo rogaba que no lo vendieran (o ninguna de las otras que escogí)
antes de que las fuéramos a comprar.
Así que cuando llegamos a la tienda, le dije a mi hermano:
- Aquí vamos a encontrar dos piñatas, una es ésta de Cars y la otra es ésta
(dije, señalando al techo) del número dos.
- Nel, del número dos, no.
- ¿Cómo de que no?.
- No. ¿Qué chiste tiene pegarle al número dos? Los números
no son divertidos.
- Wey. (Insistí). Lo divertido de la piñata no es la figura.
Es pegarle y recoger los dulces.
(Silencio)
Pues no hubo manera de convencerlo de llevarse el número
dos.
Así que someto a consideración del jurado la siguiente
pregunta:
¿Qué es lo realmente divertido de pegarle a la piñata? ¿La figura o los dulces?